Ciudad de México, 1 de noviembre de 2024.- El Día de Muertos ha llegado, pero, a diferencia de lo que podría pensarse en otros países, México no está de luto. México está de fiesta y celebra la vida.
El Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) es una celebración a la memoria y la vida que está profundamente arraigada a la cultura de los pueblos indígenas de México. Su origen es una fusión de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del Día de Muertos que los indígenas realizaban desde la época prehispánica.
Las fiestas celebran el retorno temporal de los seres queridos fallecidos, coinciden con el fin del ciclo anual del maíz, un elemento clave en la cultura mesoamericana, y además son parte de la renovación del estatuto político y social de distintas comunidades originarias.
La celebración varía según el pueblo, municipio o estado; sin embargo, en todo el país tiene un mismo objetivo: reunir a las familias para dar la bienvenida a sus seres queridos que vuelven del más allá. El 1 de noviembre se dedica a niñas y niños. El día 2 a los adultos.
En 2003, las fiestas indígenas dedicadas a los muertos fueron inscritas en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
En el marco del 79 aniversario de las Naciones Unidas y en medio de un contexto en el que 2 mil millones de personas en el mundo, una cuarta parte de la humanidad, viven en lugares afectados por conflictos bélicos o violencia, niveles sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, ONU México se sumó a estas festividades.
En alianza con la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Secretaría de Cultura, el Complejo Cultural Los Pinos y la Secretaría de Cultura del estado de Querétaro, ONU México invitó a un grupo de portadores de la tradición hñoñho otomíes del municipio de Tolimán, Querétaro, y a un grupo de artesanos de Huamantla, Tlaxcala, a realizar una ofrenda en honor a las vidas perdidas por las guerras, los conflictos y el sufrimiento en el mundo, haciendo hincapié en el poder de la vida, la memoria y la esperanza.
La ofrenda de la ONU “Honremos la vida y la paz” está ubicada en la Casa Miguel Alemán del Complejo Cultural Los Pinos, en el Bosque de Chapultepec de la Ciudad de México y estará abierta al público hasta el 3 de noviembre. El acceso es gratuito.
Plasmando sus costumbres y tradiciones, el grupo de portadores de la tradición hñoñho otomíes del municipio de Tolimán, Querétaro, le contaron a ONU Noticias los simbolismos de su ofrenda y lo importante que es para su comunidad, para la unidad y la paz.
OFRENDA OTOMÍ: MEMORIA, UNIDAD Y PAZ
“Esta ofrenda representa el altar tradicional de nuestras capillas oratorias, de nuestras descencias y de nuestra lengua madre otomí. (Aquí están presentes) los elementos como el agua, (el aire) el fuego y la tierra. La cera representa el fuego, las ofrendas son el fruto de la tierra, el aire es el aroma de las flores”, explicó Marcos Rincón, integrante de la comunidad hñoñho otomí que realizó la ofrenda en Los Pinos.
En la ofrenda se colocó comida típica de la región como moles, tortillas y tamales, así como calabazas, mazorcas, chayotes, frijoles y nísperos, frutos que corresponden con el fin de la temporada de cosechas. A diferencia de otras ofrendas en México, donde se recuerda a los familiares con fotografías, en la tradición otomí se colocan cruces. “La cruz es el recuerdo, la obligación y la memoria que tiene la decencia de recordar a sus familiares fallecidos”, indicó Marcos.
“Nuestra ofrenda es un vínculo de unidad, de conformidad. Nuestro altar nos une para formalizar la paz entre la descendencia, entre los familiares y toda la comunidad en general. Invitamos a todo el pueblo a concientizar la paz y la alegría”, agrega.
En 2009, la UNESCO inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad los lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán, Querétaro.